Me despierto y soy un hombre

hombre, pordé ser yo mismo. Dejo de rer un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer, para por fin ser hombre.
Esta blanca noche de verano se desvanece lentamente hacia la nada; se desvanece y ya no volverá a ser nunca. Apenas el recuerdo podrá derribar una puerta, esculpir un espejo de sombras sobre el que dibujar -equivocadamente- tu rostro y tus manos, el acantilado aquel donde nos hicimos mar, el preciso instante en que, jóvenes y nerviosos, nos supimos, pero no retornará con él el aroma cálido de tu piel, la quietud de tus huellas sobre mis huellas, el vértigo húmedo de tus labios sobre mi boca.
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