Diario de un trastorno de ansiedad

No todo se muestra, no todo se percibe. Solo los grandes observadores de tu vida hallarán los pequeños detalles que marcan la diferencia.

Indefensa ante la vida, donde se prefiere llorar antes que ver llorar a otros. Donde mucho es lo que se calla y poco es lo que se dice. Hasta que llega la gota que colma el vaso, y la locura se desata.

Esas eran las noches en las que el corazón lloraba, notando la ausencia de alguien que lo rescatara. Sin embargo, lo hacía oculto entre las sombras para no causar el dolor en los demás.

Llegaba a un estado en el que cada inspiración resultaba punzante. Respirar dolía, respirar agotaba. Pareciera que cientos de cuchillos apuñalaban mi pecho mientras la angustia se hacía con cualquier pensamiento racional.
En la cabeza se sentía que todo daba vueltas, la presión y los constantes pinchazos se volvían insoportables.La vista quedaba nublada a la vez que las lágrimas eran ya incontrolables.


Soledad.

Entre 4 paredes, a oscuras, que parecieran estrecharse cada vez más. Donde no había lugar a ningún pensamiento, solo sufrimiento.
Ya no quedaban fuerzas ni para mantenerse de pie. Tumbada sobre la cama los temblores se hacían, de manera inminente, con mi cuerpo y los escalofríos lo recorrían entero.

Todo se había vuelto demasiado insoportable y el cuerpo decidió que ya era hora de dormir. Pero, ojalá todo fuera tan sencillo como dormirse y que el sufrimiento desapareciera.
En unos sueños donde todo parece más real que sueño...entre las paredes las sombras se mueven y los sonidos de la calle se vuelven más agudos y tenebrosos. Quería convencerme de que todo era un sueño, que podría despertar y nada sería real. Hasta que una figura oscura, de ojos blanquecinos y penetrantes me sorprende al borde de la cama. Se corta la respiración. Quiero gritar, quiero moverme, apartarlo o alejarme pero, no puedo, es imposible, mi cuerpo no reacciona, estoy totalmente paralizada. A penas puedo respirar y noto cómo el oxígeno desaparece poco a poco de mi cuerpo. Por medio minuto, ante mis ojos, esa criatura oscura crece en tamaño volviéndose cada vez más horrorosa. 


De pronto siento un pequeño hormigueo en los dedos de los pies, lo que me da la oportunidad de saber que pronto podré moverme. Justo pareciera que ese demonio se diese cuenta de lo que iba a suceder y se acercaba lentamente a mí, acelerando mis pulsaciones, de repente mostrando unos dientes grandes y afilados. Su cara se encontraba a pocos centímetros de la mía. Entonces...abro la boca para gritar pero, ningún sonido se produce desde mi garganta. No ahuyenté a esa bestia. Sus ojos se volvieron brillantes y cuando parecía que se disolvía, en realidad, entró por mi boca. Una lágrima caía por el ojo izquierdo para así al fin despertar agitada y desesperada de una de esas pesadillas que ya tan familiares se me hacían.


A la vista del sufrimiento tanto en vida como en sueño solo cabía preguntarme

¿y si el monstruo era yo?

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