Bajo los fríos copos de nieve mi nariz enrojecía. Era una
noche muy fría, demasiado como para caminar por las calles. Caminaba por una
amplia avenida pero para llegar a mi destino debía cruzar un parque. ¡Vamos
allá, me dije! El parque estaba enteramente blanco, las luces de las farolas
formaban destellos en la nieve, ya cuajada desde hace varios días.
Cada vez que doy un paso mis botas hacen resonar el suelo
duramente, un sonido que hace que me sienta algo acompañada en la soledad de
este parque. Avanzo lentamente por miedo a resbalarme, siempre mirando al suelo.
De repente un hombre, serio, vestido enteramente de negro y con demasiada
colonia para mi gusto pasa por mi lado y es inevitable un cruce de miradas. Tiene
una cicatriz en la parte izquierda de la cara que cruza todo el pómulo, sus
ojos oscuros me intimidaro
n y cuando terminó de pasar no pude evitar sentir
inquietud. Me giré para visualizarlo de espaldas y me di cuenta de que ralentizó
su paso. Me asusté, no sabía si estaba juzgando mal, pero no podía arriesgarme.
Intenté acelerar mi paso pero al primer intento casi caigo redonda al suelo.
Vuelvo a girarme y el hombre se ha sentado en uno de los
bancos y me sonríe, lleva brackets, sin saberlo había sido sentenciada a un
final que nunca pensé que me ocurriría a mí. Tan pronto como me giré varias
farolas se apagaron dejando el desolado parque iluminado por la luna y las
pocas estrellas que la contaminación dejaba ver.
Me intenté girar pero él ya me había cogido por el brazo
derecho. Él no llevaba guantes lo que le permitía mantener una sujeción mayor. Traté
de gritar pero me tapó la boca con su mano libre. Le mordí con todas mis
fuerzas en un instinto de supervivencia. Conseguí que me soltara, pero a las 2
zancadas caí de bruces en el suelo. Supe ahora venía mi terrible destino. Aquel
hombre rudo me cogió como a un papel y me estampó contra el banco más cercano.

Decidí quitarme las botas y salir del parque lo más
rápido posible. Esa misma noche detuvieron a Vladimir Petrovska, hombre que
antes de intentar violarme a mí ya lo había conseguido con 4 mujeres más y 3
niñas.
Yo fui afortunada, aunque las demás no corrieron la misma
suerte. Pienso que mis reacciones fueron un desencadenamiento de puras
casualidades, que sin embargo estuvieron a mi favor.